UN POCO DE HISTORIA...
Aunque fue durante la segunda guerra mundial cuando los cohetes adquirieron notoriedad pública, su historia tiene ya más de 700 años de antigüedad y es anterior al invento de las armas de fuego. El primer uso conocido de los cohetes, como arma, data de 1232, cuando los soldados chinos de la ciudad de Peiping repelieron a los invasores mongoles con una cortina de cohetes.
Claro está que eran muy distintos de los actuales cohetes dirigidos. Atados a largas varillas, parecían fuegos de artificio. No eran muy precisos, pero a pesar de ello fueron utilizados en la guerra durante siglos, siendo los más efectivos los inventados por Guillermo Congreve (1772-1828) en el Laboratorio Real de Greenwich.
Algunos de,sus cohetes poseían puntas afiladas que se clavaban en los navios de madera enemigos y luego despedían una mezcla incendiaria de combustión lenta, que quemaba el objetivo. Cuando la armada inglesa atacó Boulogne en 1806, utilizó 24 naves armadas con cohetes Congreve para incendiar y sembrar el pánico tanto en las instalaciones de la marina francesa como en la población.
Un año después se dispararon 25.000 cohetes contra Copenhague, y la letra del himno nacional de los Estados Unidos de Norteamérica que habla de “el rojo resplandor de los cohetes” se refiere al uso de los cohetes Congreve contra Baltimore en 1814.
Un año después se dispararon 25.000 cohetes contra Copenhague, y la letra del himno nacional de los Estados Unidos de Norteamérica que habla de “el rojo resplandor de los cohetes” se refiere al uso de los cohetes Congreve contra Baltimore en 1814.
PRIMEROS
SATÉLITES SOVIÉTICOS
Uno
de los grandes interrogantes del mundo se cifra en los combustibles que
utilizan los soviéticos para propulsar los cohetes usados en el lanzamiento de satélites
artificiales. Evidentemente, se trata de combustibles muy potentes, dado el
considerable peso de dichas naves. El 4 de octubre de 1957, los hombres se
asombraron de que un satélite de 90 kilogramos, el “Sputnik I”, estuviese
girando en órbita alrededor de la Tierra.
Pero, desde entonces, los
adelantos en esta materia, por parte de los soviéticos, fueron importantes.
Estados Unidos sigue muy de cerca esta carrera del peso, pero, por ahora, no
parece aventajar a la U.R.S.S. Un satélite de grandes dimensiones significa un
mayor perfeccionamiento y la seguridad de mejor información, por la enorme
cantidad de aparatos científicos que puede trasportar; los estadounidenses han
paliado este “handicap” lanzando al espacio mayor número de satélites pequeños.
El “Sputnik II”, también lanzado
en el año 1957 (3 de noviembre), pesó 500 kilogramos y, al año siguiente (en el
mes de mayo), los 1.400′ kilogramos del “Sputnik III” empezaron a girar
alrededor de nuestro planeta. Progresivamente, se ha ¡do superando el peso de
los satélites soviéticos. El “Lunik”, primer satélite que fotografió la cara
oculta de la Luna, pesaba unos 400 kilogramos, pero la etapa final del cohete
que lo trasportaba llegaba a los 1.600 Kg.
El “Vostok I” pesaba unos 5.200
Kg., y la cápsula espacial propiamente dicha, 1.600 Kg. La última nave espacial
soviética de. que tenemos noticia es la “ICBM”, que desfiló por la Plaza Roja
de Moscú el 9 de mayo de 1965.
Se sospecha que existen
construidas, o en proyecto, otras cápsulas mucho mayores, pero no hay datos muy
concretos, debido a las restricciones informativas en la Unión Soviética. Así,
se tienen referencias del “Protón I”, satélite de radiación diseñado para un
apogeo de 620 Km. y un perigeo de unos 190 Km.; según fuentes soviéticas, el
peso de esta nave se acerca a las 13 toneladas y sólo será igualada por la MOL
de los estadounidenses, que estará dispuesta para el año 1968.
¿Qué nos reservarán los
soviéticos para dicho año? Los cohetes necesarios para impulsar tan grandes
cápsulas espaciales tienen que ser poderosísimos. Parece que la Unión Soviética
no tiene dificultades en este sentido; se sabe que los motores de sus cohetes
de varias etapas poseen un empuje o potencia de 400.000 Kg., pero se. tiene la
evidencia de que disponen de prototipos que alcanzan los dos millones y medio
de kilogramos de empuje.
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